PABLO ASTORGA
- Lugar y fecha de nacimiento: Mérida, Venezuela 08 de agosto de 1960
- Cargo e institución de trabajo: Research Fellow, Institut Barcelona d’Estudis Internacionals (IBEI)
- Especialidades en estudios del desarrollo: crecimiento económico y desigualdad del ingreso
- Una obra de los estudios del desarrollo que recomendarías: Exit, Voice, and Loyalty de Albert O. Hirschman
- Hipervínculo a página web personal o CV: https://www.ibei.org/en/pablo-astorga_14334?parent=830
- Pablo, has desarrollado una parte importante de tu carrera académica en Reino Unido, ¿son muchas las diferencias entre la situación de los Estudios del Desarrollo – y en especial sobre América Latina – allí y en España?
Al hacer esta comparación llama la atención (tanto antes como ahora) que en España no se haya aprovechado el potencial para convertirse en un país líder en los estudios sobre Latinoamérica, sobre todo a nivel europeo. No solo existen obvios lazos históricos y de idioma, sino también una presencia importante de las empresas españolas en la región – que pueden ser una fuente importante de financiamiento a la investigación – y la posibilidad de servir como un primer contacto entre los países de la región y la Unión Europea. Para potenciar la masa crítica de centros de investigación y docencia habría que expandir los recursos destinados a la formación y contratación de especialistas para, de esta manera, afianzar la oferta de programas de maestría y doctorados, así como de mejorar infraestructura de bibliotecas. En el IBEI estamos apostando por fomentar y expandir nuestra oferta de cursos y proyectos de investigación en temas del desarrollo y de las relaciones internacionales en Latinoamérica y en el área del Mediterráneo.
- Uno de tus temas de investigación más importantes ha sido la desigualdad en Latinoamérica en el largo plazo, ¿podrías hacer un resumen de los principales hallazgos de este trabajo?
Mi investigación se inscribe dentro de los esfuerzos de los historiadores económicos por desvelar la evolución de la desigualdad – principalmente del ingreso – en el período anterior a los años setenta del siglo veinte donde no hay encuestas de hogares comparables entre los países. Ampliar y mejorar nuestro conocimiento sobre este periodo es crucial para entender la naturaleza del proceso de desarrollo y el crecimiento económico, así como las causas de los resultados distributivos. El primer obstáculo en esta tarea es la falta de medidas fiables y comparables sobre desigualdad. Mi punto de partida es la construcción de series anuales de salarios para tres categorías ocupacionales: trabajo poco calificado (p.ej., peones), semi-calificado (carpinteros) y relativamente calificado (oficinistas). Estos datos, junto a las series de ingreso por trabajador, permiten generar tres tipos de indicadores de desigualdad para Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Venezuela (o LA-6) a partir de 1900: i) coeficientes de Gini que miden la desigualdad entre cuatro categorías ocupacionales (excluyendo, por falta de datos, la desigualdad al interior de las categorías); ii) brechas salariales entre el trabajo relativamente calificado y el poco calificado (estas brechas dan una buena aproximación de la desigualdad salarial); y iii) la concentración del ingreso del 10% superior y el 40% inferior de la fuerza laboral.
Los hallazgos principales son:
- Hay una diversidad importante en la evolución de la desigualdad del ingreso entre los países del LA-6, así como a través de los períodos definidos por una estrategia de desarrollo particular. Los episodios dominados por el crecimiento liderado por el sector exportador no necesariamente favorecieron un aumento en la desigualdad, mientras que la industrialización por sustitución de importaciones bajo la tutela del estado no se tradujo siempre en una reducción en dicha variable. También es de resaltar que América Latina no experimentó la notable reducción de la desigualdad en las economías del Atlántico Norte entre los años treinta y los años setenta.
- Las brechas salariales tendieron a alcanzar máximos en las décadas intermedias del siglo veinte, coincidiendo con la aceleración de la industrialización y el devenir de la transición demográfica. Los cambios en la brecha salarial están asociados principalmente con los movimientos en los términos del intercambio, si bien la dirección del vínculo depende del país y del período. Esto da indicios de que los efectos distributivos de los choques externos han prevalecido sobre aquellos asociados con los procesos endógenos del cambio estructural y demográfico.
- Durante el siglo veinte el 10% superior de la fuerza laboral recibió, en promedio, la mitad del ingreso total y el 40% inferior un porcentaje cercano al 12% – con una ampliación de la brecha entre los dos grupos en los últimos treinta años del siglo pasado. Esta nueva evidencia confirma que la reciente tendencia compartida de reducción en la desigualdad no tiene precedentes en el siglo veinte; pero también muestra que, como en el pasado, una alta concentración del ingreso en los de arriba y una participación relativamente baja de los de abajo continúa siendo un rasgo distintivo de la región.
- ¿Cómo valoras el papel que se le ha dado a la desigualdad en la Agenda 2030? ¿crees que atiende correctamente a las cuestiones de desigualdad dentro y entre países y a los diferentes casos?
La atención a la desigualdad en sus múltiples (e interrelacionadas) dimensiones es parte esencial de la Agenda 2030. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible toman en consideración la desigualdad de acceso y de oportunidades (p. ej. alimentos y tierra, cobertura sanitaría universal y educación), de género, y de ingreso dentro y entre los países. Este último aspecto es quizás el que ha generado más controversia. Para lidiar efectivamente con la desigualdad entre los países habría que contar con un organismo supranacional capaz de poner en marcha políticas redistributivas globales (un instrumento mucho más ambicioso que la ya menguada cooperación al desarrollo); lo cual es utópico en la actualidad. En cuanto a la desigualdad dentro de los países, el objetivo 10.1 establece un crecimiento sostenido del ingreso del 40% inferior de la distribución a un ritmo mayor que el crecimiento promedio del ingreso per cápita. Una crítica usual es que el cumplimiento de esta meta no garantiza la disminución de la desigualdad medida sobre la totalidad de la distribución del ingreso (ya que la mejora del 40% bien puede ir acompañada una caída del ingreso relativo recibido por los deciles medios). Tampoco hay mención sobre el papel a jugar por las políticas redistributivas, ni sobre desigualdad de la riqueza (un tema de gran relevancia en la actualidad). En el caso latinoamericano, la evidencia histórica muestra que la participación del ingreso del 40% inferior ha sido baja y estable. Y que es difícil que se logre una mejora sustancial de su ingreso relativo sin la acción de políticas redistributivas más ambiciosas, de una mejora de los salarios de los trabajadores poco calificados y una disminución de la informalidad laboral.
- En los últimos años, numerosos master y programas de postgrado sobre desarrollo y cooperación en España han desaparecido o reducido su número de ediciones. Como coordinador del Máster en Desarrollo Internacional (MDI) del IBEI, ¿cómo habéis afrontado esta situación?
El MDI está en su segunda edición y hasta el momento hay una muy buena respuesta en términos de solicitudes para el próximo año académico. El programa estudia el problema del desarrollo en general (si bien se ofrecen cursos sobre la cooperación al desarrollo) desde una perspectiva global que enfatiza las relaciones institucionales y su marco institucional. También adopta un enfoque multidisciplinario. Las claves del éxito de este programa en un contexto desfavorable para los estudios sobre desarrollo y cooperación en España podrían resumirse en: i) el proponer un programa atractivo y con potencial para abrir oportunidades de empleo en el ámbito de los organismos internacionales, las ONGS y el sector privado; ii) el ofrecer la totalidad de los cursos en inglés, lo cual es fundamental para poder ampliar el mercado potencial de estudiantes y garantizar un mínimo de matriculados. Y, a lo que habría que agregar, la buena reputación del IBEI y el atractivo de Barcelona como ciudad cosmopolita, con una alta calidad de vida y con un ambiente académico y cultural estimulante.